La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una oruga que, con la llegada del buen tiempo, sale de sus nidos situados en los árboles en busca de un terreno blando donde continuar su ciclo vital.
Sólo esta fase larvaria puede suponer un peligro para la salud, tanto para las personas como para sus mascotas. Las orugas están cubiertas por numerosos pelos con capacidad urticante debida a la presencia de una toxina termolábil llamada Thaumatopina.
Se debe tener en cuenta que no es necesario un contacto directo con la oruga ya que dichos pelos pueden desprenderse, flotar en el aire y provocar una reacción alérgica.
Los signos más frecuentes que podemos ver en nuestras mascotas son glositis (inflamación de la lengua), hipersalivación, blefaritis (inflamación de párpados) y edema facial, así como inquietud, dolor bucal, vómitos y dificultad respiratoria.
Lo más importante es acudir a un centro veterinario de manera inmediata para poder instaurar un tratamiento lo antes posible.
Como primera medida se puede lavar la zona afectada con agua tibia con el fin de inactivar la toxina responsable de la reacción. Se debe evitar frotar la zona, ya que de esta manera se romperían los pelos facilitando la liberación de más toxina y empeorando el cuadro.
Se requiere instaurar de manera rápida un tratamiento con corticoides para frenar la reacción, así como terapia de soporte con analgésicos, antibióticos, antieméticos y fluidoterapia dependiendo de la gravedad de cada caso.
También se aconseja avisar a las autoridades municipales en el caso de ver procesionarias en algún parque o jardín público para que puedan ser eliminadas de manera efectiva y sin riesgos.